Guadalajara 2014/II



Ya que no puedo escribir sobre el cine mexicano de ficción que estoy viendo -esta vez ejerzo de Jurado FIPRESCI que premiará la Mejor Cinta Mexicana de Ficción estrenada en el Festival y, por supuesto, no puedo adelantar mis preferencias-, déjenme escribir de dos filmes valiosos que están en la competencia oficial iberoamericana.
Hoje eu quero voltar sozinho (Brasil, 2014), fue una sorpresa. La vi porque a esa hora, entre película y película, no tenía otra opción así que entré a la sala sin saber con qué me iba a topar. La cinta es la opera prima de Daniel Ribeiro, ganadora doble en Berlín 2014: del premio FIPRESCI y del Teddy, que se otorga al mejor filme con temática gay exhibido en el festival.
Leo (Ghilherme Lobo) es un joven preparatoriano invidente que tiene como única amiga a la solitaria Giovana (Tes Amorim), que sueña con encontrarse con su primer amor. El propio Leo no ha podido aún dar su primer beso porque, ¿quién se podría enamorar de un ciego? Al salón de clases llega Gabriel (Fabio Audi), un atractivo muchacho que muy pronto hace migas con Leo y Giovana, más con él que con ella. ¿Será simple afinidad de caracteres o será algo más profundo?
Hoy Yo Quiero Volver Solo -ese es el título en español traducido literalmente- es una muy agradable cinta romántica y de crecimiento juvenil por partida doble -o triple, si tomamos en cuenta a Giovana. El trío de amigos se van acercando/alejando uno del otro en la medida que las relaciones entre ellos se van haciendo más complejas. La realización del debutante Ribeiro es muy funcional y los tres jovencitos están impecables. Nada más, pero nada menos. 
En lo personal, me entusiasmó más El Hombre de las Multitudes (O homem das multidoes, Brasil, 2013), basada vagamente en el cuento homónimo de Edgar Allan Poe y dirigida a cuatro manos por el director de ficción Marcelo Gomes (Cine, Aspirinas y Buitres/2005, Érase una Vez, Verónica/2012) y el documentalista Cao Guimaraes (El Fin del Sin Fin/2001, El Alma del Hueso/2004), que recién acaba de ser homenajeado con una retrospectiva en el Cinema Global 2014 en la Ciudad de México. La mirada minuciosa del documentalista Guimaraes se encuentra con la sensibilidad y el humor del mejor Gomes y el resultado es notable.
Juvenal es un solitario operador del metro en la emblemática Belo Horizonte, ciudad natal de Guimaraes. Desde las primeras imágenes, la cámara de Ivo Lopes Araújo aísla a Juvenal en el encuadre cuadrado 3 x3: sólo él aparece en foco, rodeado de las multitudes del título. El tipo camina y observa, se detiene frente a un aparador, se sienta y ve "con minucioso interés la innumerable variedad de figuras, atuendos, portes, andares, rostros y expresiones de los semblantes", como dice el narrador del cuento original de Poe. Juvenal sonríe ante la felicidad de los demás, aunque él no es feliz. Vive en un pequeño apartamento, su refrigerador está siempre vacío y la única conversación que tiene es consigo mismo.
Pero el observador Juvenal es también observado. Margo (Silvia Lourenco), su compañera de trabajo, controladora del metro, lo ve continuamente en las cámaras de vigilancia. Ella misma, aunque tiene una personalidad mucho más abierta, tampoco es el ejemplo de una vida social muy emocionante que digamos: cuando llega del trabajo, no hace más que alimentar a sus peces de computadora. Un buen día, sin venir a cuento, Margo le pide a Juvenal que sea su testigo en su boda. 
Guimaraes y Gomes -autores ellos mismos de la adaptación del relato de Poe- logran sostener con alfileres un relato construido en base de las miradas de este par de personajes pasivos y de una multitud de pequeños detalles que se van acumulando y se vuelven significativos por el emplazamiento de la cámara de Lopes Araújo o por el exacto acomodo de los actores, como esa suerte de imagen especular de Juvenal y del padre de Margo en la boda de ella, por ejemplo.
La música y el diseño sonoro de O Grivo -colaborador habitual de Guimaraes- acompañan a la perfección las soledades de Juvenal y Margo, y cierta canción, "Felicidade", interpretada en la escena de la boda, llega a transmitir un genuino pathos pues, a estas alturas del juego, nos hemos acostumbrado a nuestros dos protagonistas. Mejor aún: nos han llegado a interesar. Y, claro, queremos que todo termine bien, con boda incluida. Pero, ¿era esa boda?

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