Días de Gloria


Días de Gloria (Indigènes, Francia-Argelia-Marruecos-Bélgica, 2006), de Rachid Bouchareb. Resulta hasta deprimente escribirlo: una cinta nominada al Oscar 2007 a Mejor Película en Idioma Extranjero, ganadora en Cannes 2006 del Premio al Mejor Actor a todo su reparto masculino, César 2007 al Mejor Guión Original… Y en México el filme no mereció nunca estreno comercial: se exhibió hace un par de años en el FICCO 2007 y, ahora, vuelve a las salas capitalinas chilangas en Africala 2009.

El ninguneo es aún más inexplicable después de haber visto la película: estamos ante un clasicista y tradicional filme bélico con discurso social en ristre. No es una obra complicada, minimalista o “de arte” –what-ever-that-means. Días de Gloria es una vigorosa cinta comercial, en el mejor sentido del término: una película que está hecha para ser vista por la mayor cantidad de personas por su tema políticamente correcto, por su ejecución impecable y hasta por las consecuencias políticas que provocó su éxito de público en Francia.

El prólogo de la cinta escrita por el propio cineasta Bouchareb –en colaboración con Olivier Lorelle- nos ubica en varios lugares del Maghreb, en Argelia y Marruecos, durante 1943. Ahí, en varios campamentos, son entrenados los indigènes del título original: los “indígenas” africanos de la colonias francesas que, alistados en el ejército, van a defender al país de la Marsellesa, esa patria grande que, en el mejor de los casos, los ve de soslayo; que, en el otro extremo, de plano los desprecia.

La película sigue a una emblemática “band of brothers” franco-africana: el estudiado y rebelde cabo Abdelkader (Sami Bouajila), los hermanos marroquíes/berebere Yassir y Larbi (Samy Naceri y Assad Bouab), el inocente jovencito argelino Saïd (Jamel Debouze), el grandote barbado de puntería infalible Messaoud (Roschdy Zem) y el rudo sargento también de origen árabe –por más que se oculte tras su apellido español- Martínez (espléndido Bernard Blancan), quienes forman parte del Séptimo Batallón de Infantería Argelino, enviado a combatir a los alemanes primero a Italia y, después a la Francia misma, a donde llegarán a liberar a Provence (agosto de 1944), el valle del Rohne (octubre de 1944) y Vosges (noviembre de 1944), hasta ser comisionados a la toma suicida de Alsacia (enero de 1945), supremo acto heroico que, piensa Abdelkader, obligará a todos los franchutes a aceptarlos a ellos, los “indígenas”, como unos más de los suyos.

No estamos ante un filme antibélico que muestra los horrores de una guerra que, por lo demás, se sobreentiende como necesaria. Bouchareb y compañía logran, con su límpida y energética puesta en imágenes, mostrar las batallas en toda su intensidad –la secuencia bélica en Italia es digna de haber sido dirigida por Sam Fuller o Clint Eastwood-, pero el tema no es ése. Lo que le interesa a los hacedores de Días de Gloria es retratar la heroicidad apasionada/reticente/desconfiada de este puñado de hombres cuyos superiores les niegan comer unos rojísimo tomates, censuran las cartas de amor que el moreno Messaoud le envía a su blanquísima francesita Irène (Aurélie Eltvedt) o les encajan apodos despectivos y racistas. El leitmotiv visual de la cinta es esclarecedor: antes de iniciar cada secuencia en los distintos escenarios geográficos, las nubes se mueven y las imágenes oscuras y/o en blanco y negro que hemos estado viendo adquieren, de improviso, color: la intención es, pues, iluminar una parte de la historia de Francia que, más allá de los especialistas, era desconocida por el gran público.

“Si libero un país, ése es mi país”, dice en cierto momento un emocionado Saïd a un grupo de mujeres francesas que se han acercado a él después de que su batallón ha llegado a liberar un pueblito galo. El asunto, por supuesto, no fue así, como nos informa el infaltable letrero explicativo que funciona como desencantada guillotina-epílogo: en 1959 se suspendieron las pensiones a los veteranos africanos de la Segunda Guerra Mundial y aunque un juez francés ordenó al Estado de la libertad/igualdad/fraternidad que restituyera completos todos los pagos pendientes en 2002, al momento de estrenar el filme en Francia, nada se había hecho aún.

El éxito de público de la cinta provocó, eso sí, una pronta rectificación: el gobierno galo dio finalmente su brazo a torcer y pagó todo lo que debía a los veteranos “indígenas” y a sus descendientes. Un insólito caso en el que una película –una gran película, de hecho- logra mover a un gobierno a hacer algo justo. No se ve esto todos los días. Rectifico: no se ve esto nunca.

Días de Gloria se exhibe hoy sábado a las 12 horas en la sala Julio Bracho y a las 18 horas en los Cinemas Lumière. Está disponible desde hace rato en un DVD de Región 1.

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